El fracaso del Socialismo del Siglo XXI

En Post Scriptum —un ensayo de mi autoría publicado el año pasado— expuse cómo el llamado Socialismo del Siglo XXI, al igual que sus antecesores revolucionarios latinoamericanos, representa una vía profundamente errada e inviable para el desarrollo. A pesar de los estragos visibles en Cuba, Venezuela y Nicaragua —países marcados por el colapso político, social y económico, así como por violaciones flagrantes a los derechos humanos y al Estado de Derecho— sectores significativos de la izquierda latinoamericana seguían, hasta hace muy poco, presentando a Bolivia como un modelo de éxito y prosperidad.

Pero ha llegado el año 2025, y con él, una crisis económica en Bolivia de proporciones históricas. Este derrumbe se convierte en la última confirmación de que esta ideología política conduce, una y otra vez, a los mismos resultados desastrosos en nuestra región.

Durante mi tiempo fuera del país, sostuve debates intensos —y a veces acalorados— con defensores de estas “utopías descompuestas”. Intenté mostrarles que el llamado “milagro boliviano” fue simplemente un espejismo: el resultado coyuntural del auge internacional de los precios de las materias primas y de contratos de explotación redactados durante la época neoliberal. Era un crecimiento sin cimientos sólidos. Hoy, tras el fin de esa bonanza, ¿qué nos queda?. Un sistema de salud y educación en estado de precariedad alarmante, que imposibilita cualquier aspiración seria de competitividad, tanto en América Latina como en el mundo.

Las canchas de fútbol construidas con fondos millonarios por el entonces presidente Evo Morales en zonas remotas del altiplano son, más que obras públicas, símbolos de una barbarie institucional que despreció el desarrollo humano integral.

Mientras en Europa y América del Norte las izquierdas —al menos en teoría— luchan por justicia social, sostenibilidad ecológica y respeto por los derechos fundamentales, en Bolivia el llamado “proceso de cambio” del MAS ha sido sinónimo de exclusión, de ecocidio, y de un desprecio sistemático por los derechos humanos.

¿Se puede hablar, entonces, de un gobierno de izquierda contemporánea en Bolivia?. Ciertamente no. El eventual colapso del régimen del MAS no será más que la caída de un aparato estatal monstruoso, semejante en su abuso del poder a los regímenes de la Alemania del Este, la Unión Soviética o incluso el fascismo de Mussolini. Es cierto que resulta difícil esperar una transición democrática real cuando las elecciones se celebran bajo condiciones de dictadura y fraude anunciado. Sin embargo, lo último que debemos perder es la esperanza.

Como bien ha señalado el doctor Carlos Alarcón Mondonio, una tarea impostergable para cualquier futura administración será la anulación de todos los procesos judiciales fraudulentos abiertos contra ciudadanos que se atrevieron a disentir del régimen. Es decir: la restauración plena del imperio de la ley.

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